Como ya hemos dicho, el partido del domingo pasado entre el Cádiz y el Hércules era muy especial por muchos motivos. El cuadro cadista se enfrentaba al líder, que estrenaba posición de privilegio, aún estaba reciente el último partido de la temporada de hace dos años que condenó al equipo amarillo a purgar por la Segunda B y los sucesos posteriores con la supuesta alineación indebida del, por entonces, juvenil Kiko Femenía.
Pero si alguien tenía marcado en rojo dicho enfrentamiento, ése era Abraham Paz. El central del Hércules volvía a casa. El central que tantas tardes felices, y menos felices, vivió en el césped del Ramón de Carranza volvía a su hogar dos temporadas después de dejar el club de sus amores. Precisamente, su último partido con la elástica amarilla fue frente al Hércules, y no guarda un buen recuerdo del mismo. Era el último partido de la temporada 2007/2008, y el Cádiz se jugaba la vida en el Rico Pérez. Tras una mala temporada, el equipo entrenado por Julián Rubio había caído a los puestos de descenso una semana antes y el último partido le enfrentaba a un Hércules que no se jugaba nada…a priori. Fue un choque muy intenso, con muchos nervios por parte del Cádiz que sabía lo que había en juego y que se adelantó por medio de Gustavo López, uno de los pocos que cumplió en aquella maldita temporada. Ya en el segundo tiempo los alicantinos empataron y los nervios se apoderaron del equipo gaditano. Un empate les mandaba a Segunda B, pero el Córdoba no era capaz de ganar a la Real Sociedad en Anoeta, por lo que un gol daba al Cádiz la permanencia.
Y llegó el tiempo de descuento. Las lágrimas invadían los ojos de los cientos de aficionados cadistas desplazados a Alicante para animar a su equipo. El Córdoba había empatado a uno con la Real y sus jugadores esperaban impacientes en el césped noticias sobre lo que ocurría en el Rico Pérez. 5 minutos de descuento…y todo seguía igual…4 minutos…3…2…1…y, cuando ya no quedaba tiempo, un centro desesperado al área golpeaba en la mano de un defensa del Hércules, de manera involuntaria, y el árbitro señalaba penalti. El cielo se abría para los amarillos, la salvación era posible cuando nadie creía en ella. Y en ese momento apareció él, era su turno. Abraham Paz no se arrugó y cogió el balón. Un cadista de pro tenía en sus botas mantener al equipo en la Categoría de Plata. La afición confiaba en él, motivos tenía para ello. Abraham ya había conseguido goles importantes para el Cádiz desde el punto de penalti. Hagamos memoria…
En la liguilla de ascenso a Segunda división de la temporada 2002/2003, que terminó con más de una década de penurias del club por la Segunda B, Abraham consiguió dos goles vitales; el primero de ellos en el Carranza ante el Barça B, en el último minuto de partido, Paz anotó el gol que hacía al Cádiz depender de sí mismo para conseguir el ascenso en las dos jornadas que quedaban.
El primero de aquellos dos partidos se empató en casa y en el último partido, en Las Palmas, ante el Universidad, el equipo gozó de otro penalti a favor. Con el empate era suficiente y de momento el equipo cadista caía derrotado por 1-0. Penalti a favor y Abraham Paz lo transforma consiguiendo el ansiado ascenso que devolvía al Cádiz a Segunda División una década después.
Tres años después, el equipo se jugaba el ascenso a Primera en la última jornada de la temporada. Para más inri, el partido se jugaba en Xerez, ante el máximo rival. Con 0-1 en el marcador y los locales apretando para aguar la fiesta a su rival, el árbitro decretó un penalti que Abraham Paz volvía a transformar dando al Cádiz el ascenso a Primera, una categoría que jamás debió perder.
Pues bien, todos esos momentos pasaron por la cabeza de los presentes en las gradas del Rico Pérez y de los que, como yo, escuchábamos el partido por la radio. Como ya hemos dicho, Paz no se arrugó y cogió el balón. Golpeó hacia la derecha del portero Sanzol ajustando el balón tanto que el esférico golpeó en la cepa del poste, con la mala suerte de que el rebote dio en la espalda del portero, saliendo rechazado a córner. El árbitro decretó el final, Abraham Paz se hundió en el césped, junto a miles de corazones amarillos que veían cómo el destino se la jugaba una vez más a su equipo.
Aquellos dramáticos segundos fueron los últimos del capitán con la camiseta amarilla. Tras esa temporada, decidió continuar su carrera en otro lado. La afición no se lo tomó nada bien. Había sido una temporada dura, con muchos nervios, demasiada tensión y varios jugadores que no se habían implicado nada (Nano, Diego Rivas o Natalio…) por lo que la afición estaba muy desencantada con el equipo. Y ahí llegó la ruptura. Aquel día, se produjo la gran espantada y la expedición de vuelta del equipo cadista viajó sin la mitad de los jugadores convocados. Faltaban muchos que ni siquiera en el césped lamentaron la derrota, pero había una baja que quedó grabada en la memoria de la afición, y no era otra que la de Abraham Paz. Los rumores dicen que se trasladó a Polonia para firmar por un nuevo equipo. La grada nunca se lo perdonaría, había abandonado al equipo en el momento más triste de los últimos años. El mismo que tantos momentos de felicidad había dado, ahora abandonaba la nave para buscar un futuro mejor. Egoísta fue lo más suave que le llamaron. Sus declaraciones tampoco ayudaron cuando, estando ya en el Alicante, declaró que no echaba de menos Cádiz. Difícil de creer. Nadie olvida sus inicios, su casa, su afición, su club. De hecho poco después rectificó.
El domingo pasado, Abraham regresó a casa. Fue recibido con más pitos que aplausos. La grada no olvida. Ambas partes deben perdonar. El comportamiento del central en sus últimos días como cadista no fue el más adecuado, pero los aficionados no debemos olvidar su entrega, la lucha por esos colores y las tardes de alegría que dio a la hinchada amarilla. Tarde o temprano las aguas deberían volver a su cauce, expresión que viene al caso dado el temporal que se produjo en Cádiz durante estos días.
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